Según la Real Academia Galega (RAG) Ledicia significa estado de ánimo o sentimiento de placer que produce un sentimiento favorable.

Ledicia Costas nació en Vigo en el año 1979. Estudió derecho, pero su destino no estaba entre los artículos de los códigos civil o penal, sino en las letras de cada uno de los libros que ha publicado desde el primero, en el año 2000, “Unha estrela no vento”.

Este fue el libro con el que conocí a nuestra invitada de hoy. Fue por “obligación” en la asignatura de gallego, en el curso de segundo de la Educación Secundaria Obligatoria cuando la primera obra editada por Xerais llegó a mis manos.

Le perdí la pista. Durante los cinco años que estuve estudiando derecho económico en la UVIGO, tanto leía manuales de leyes como códigos, apuntes para parciales y exámenes finales, que olvidé por completo lo que para mí significaba leer antes de dormir por placer o escribir.

Nada menos que casi catorce años después, de camino al trabajo en el autobús de las seis de la mañana en “Onda cero” oí que una autora gallega, Ledicia Costas, presentaba su última novela: Golpes de Luz.

Ledicia Costas.

Como me sonaba aquel nombre.

Mientras oía a la autora responder a las preguntas del locutor busqué en mi móvil qué títulos había firmado. Allí estaban el citado “Unha estela no vento”y “Escarlatina, a cociñeira cadáver”.

Que lástima, pensé para mí, mientras disfrutaba en el trascurso de mis cuarenta minutos diarios hacia la oficina, que una autora como ella fuese publicitada –aunque dijeran maravillas de ella—en un programa en la madrugada, donde la mayoría de los mortales aún se encuentran en sus camas.

En el mes de agosto, finalizaba el plazo para la presentación al concurso del premio creado por la Diputación de Pontevedra al que me había presentado de manera individual en la categoría de narrativa y a la que había concurrido mi socia, Andrea González Lozoya, CEO de esta revista digital, a la categoría de contenido audiovisual –como habéis podido ver en el artículo denominado Ligione recibe un premio (aquí)

Cuando nos fue enviado el mail para confirmar nuestra asistencia a la gala de entrega de premios acudí en mi nombre y además en nombre y representación como COO de Ligione Magazine.

Antes de nombrar a los premiados en la categoría de narrativa, se emitió el mensaje de Ledicia Costas para los participantes: un mensaje de ánimo y persistencia, que me llegó muy dentro cuando descubrí que mi relato corto no estaba incluido en el pódium. En palabras de la autora, los concursos son sinónimo de la palabra persistencia.

En mis vacaciones, tomé la iniciativa de escribirle.

Y así, nació esta entrevista.

La editorial Xerais ha sido la casa literariamente hablando de Leticia Costas, en Galicia desde hace veintitrés años. “Publicaron mi primera novela, que escribí siendo adolescente, y estoy muy agradecida de esa oportunidad que me brindaron. A día de hoy he publicado con esta editorial veinticuatro libros y han entendido mi proyecto literario versátil, con obras para diferentes tipos de público. Con Destino ha sucedido algo parecido: me dieron la oportunidad de publicar en castellano mi primera novela para público adulto. Tanto Infamia como Golpes de luz (especialmente esta última), tuvieron una gran presencia en los medios de comunicación españoles y eso fue fruto del esfuerzo de Destino”.

Esta última novela, la segunda en castellano y para un público adulto –aunque algunos pasados ya la treintena sigamos disfrutando de las aventuras de por ejemplo Escarlatina— es una sintonía de tres narradores: Julia, Sebas (Sebastián) y Luz –Luz Divina-. Una oda a la sociedad envejecida de Galicia y a un problema actual de conciliación familiar que no sólo afecta a los hijos sino también a los ascendientes dependientes.

Julia vuelve de la capital para cuidar de su madre huyendo de un matrimonio roto. Este es el narrador realista, el que descarnadamente hace una crónica de las vivencias de una madre de un hijo de corta edad al que trata, en la mayoría de lo posible, de no traumatizar. La perspectiva de Luz, por su parte, resulta tierna como la del niño, puesto que con la edad parece que volvemos a esa etapa. Destacar en su relato verbos gallegos (tan nuestros) que acentúan, aunque la historia esté escrita en castellano, ese origen de la Galicia rural.

Finalmente, la de Sebas (más fantasiosa por si tierna edad) que piensa que su abuela enferma en realidad es una diosa nórdica. A pesar de los esfuerzos de su madre y abuela, se palpa la madurez adelantada de un niño de diez años que ama a las mujeres de su vida: su madre y su abuela Luz.

Visualmente, llama la atención que el libro sea más alto y largo que ancho un sello y marca de la casa, de la editorial Destino.

La portada, en la que aparece una mujer vestida con un kimono de flores estampadas, entre las cuales podemos descubrirun diente de león, resulta estéticamente llamativa y bella, pero la mirada triste de la mujer que lo porta esconde historia.

¿Quién no ha arrancado de la tierra uno, soplado y pedido un deseo mientras sus semillas, pequeñas plumas blancas, van surcando el cielo azul?. Como curiosidad e inciso, la escritora gallega, cuando le preguntamos por su lengua materna, cuestionando qué palabra escogería para tatuarse nos narra una anécdota que precisamente tuvo lugar en un estudio de tatuaje: “Quedé hace unos meses con mi hermana para tatuarme un diente de león. Esa mañana solo una de las dos salió tatuada del estudio porque me eché atrás. No me tatuaría ninguna palabra en la piel, pero llevo tatuada la palabra ledicia en mi vida.”

Fotografía de Manuel Gil Vicente

Retomamos la conversación sobre Golpes de Luz, con cuya portada está encantada. Me emocionó mucho ver la portada por primera vez. Me parecía que las flores, tan presentes en la trama de la novela, casi como una especie de reloj que va marcando las estaciones, eran perfectas. Y el rostro de la mujer me pareció muy expresivo. Recoge la esencia de la novela, eso es importante.”

El hecho de que sea un kimono la prenda que lleva la protagonista de la cubierta nos transporta a Japón, un lugar entre otros destinos, que Ledicia tiene pendiente visitar en la época de los cerezos en flor.

La trama narrativa abarca cuatro temas principales, pero uno de ellos dejaremos que lo descubra el lector. En concreto, vamos a hacer referencia a tres de ellos: La conciliación familiar; La enfermedad de Luz, que podría extrapolarse a todas y cada una de las dolencias existentes. Y el narcotráfico, tan presente en Galicia sobre todo en la década de los 80, pero que sigue latente. Sin entrar en la intimidad, viajamos con Ledicia Costas a su infancia, a un barrio de la ciudad de Vigo donde la población fue envejeciendo. “A día de hoy está lleno de personas bastante mayores que son cuidadas por mujeres que rondan los sesenta años. Mujeres entregadas a los cuidados, mujeres que antes cuidaron a sus hijos y ahora cuidan de sus padres e incluso de sus suegros. Ese barrio sufrió la presencia de la heroína en los años 90 y fue el germen del movimiento Madres contra la droga, tan importante en la lucha contra el narcotráfico en Galicia. Construí una novela de ficción partiendo de estos mimbres. Sobre todo, del hecho de observar mi entorno”

Precisamente, ese desgaste es lo que más llama la atención del personaje de Julia, que arrastra un divorcio traumático. Preocupada por seguir adelante, por el cuidado de su madre y por las secuelas que las experiencias vitales pueden dejar en su hijo, el pequeño Sebas, hacen de este narrador la personificación del cuidador; que diariamente, además las responsabilidades adquiridas por sus propias decisiones o circunstancias de la vida, va sumando sedimento a sedimento losas en el seno familiar. Por desgracia, la sociedad gallega, como bien indica Ledicia, es una sociedad envejecida, hay poca o ninguna ayuda para este tipo de situaciones. Ella tiene una opinión muy clara al respecto y así lo manifiesta: “Los cuidados son precarios. Carecemos de la formación que necesitamos, tanto las personas cuidadoras como las personas cuidadas. Este problema afecta un porcentaje elevadísimo de la población y la Administración todavía no ha ofrecido una fórmula que solucione esta situación. Veo a muchas mujeres que han entregado sus vidas para cuidar de otras y me pregunto quién cuida de ellas. El sistema es fallido, no funciona. Creo que la Administración tiene la obligación y responsabilidad de dotarnos de los recursos necesarios para invertir esa situación. Los recursos que hay son insuficientes. Es una necesidad de primer orden”.

Golpes de Luz es pues también una denuncia a esta situación que no debería ser postergada por las autoridades competentes ni un minuto más.

La autora cosecha un sinfín de premios en el género de narrativa juvenil e infantil Tras estos dos thrillers localizados en la Galicia rural, nos adelanta algo de su próximo proyecto:Hevuelto a Merlo, el lugar donde transcurre Infamia. He aprovechado esa localización para ambientar la novela (independiente) en la que estoy trabajando. Me gusta mucho crear universos y me parece atractivo aprovechar lugares que existen en otras novelas para que sigan vivos con otros personajes. Mi próximo libro en castellano me gustaría que fuese un libro de poemas que acabo de publicar en gallego”.

Nos causa mucha curiosidad cómo consigue producir estas historias maravillosas así que nos preguntamos si existe algún ritual que siga antes de ponerse a escribir a lo que contesta con una negativa, haciendo un pequeño apunte: “Antes no, pero sí durante. No sé escribir sin música, me ayuda mucho a concentrarme y meterme dentro de la historia. Necesito estar sola, no puedo trabajar en una cafetería, ni en un aeropuerto, ni en lugares concurridos. También me hace falta tener a mano todos los libros que me hayan ayudado a documentarme. Aunque no los consulte, necesito saber que están ahí al lado”. Contra pronóstico admite que siempre delante del ordenador.

Ledicia Costas además de una persona cercana cuando se coincide con ella en un mismo espacio, lo es a través de las redes sociales, donde es muy activa. De su perfil en Instagram nos llaman la atención las visitas que realiza en sus viajes a distintos camposantos. De niña, su abuelo la llevaba cada sábado al cementerio y “mientras el cambiaba las flores secas y arreglaba los nichos, yo me divertía jugando entre las tumbas. Supongo que esa fascinación viene de ahí. Me impresionó mucho el Cementerio da Consolaçao, en Sao Paulo. Coincidí allí con un cantante de ópera que contaba historias sobre las personas que estaban enterradas, secretos que guardan las esculturas y mausoleos (que son muchos), y me quedé absolutamente fascinada”.

Seguro que esto da para otra historia fascinante.

Finalmente, hacer referencia a los agradecimientos, donde usa la metáfora de que las personas que le han ayudado en sus bloqueos literarios son vagalumes (como se dice en gallego luciérnagas).

“No suelo escribir dedicatorias porque creo que si dedicas tus libros por sistema, la dedicatoria pierde ese valor especial que tiene. De este modo, cuando decido dedicar un libro es como más auténtico, más de verdad. Con los agradecimientos me pasa algo parecido aunque es verdad que detrás de cada novela suele haber varias personas que han aportado algo. En Golpes de luz muy especialmente. Escribí ese agradecimiento en un hotel de Madrid. Fue la única parte de la novela que no escribí en mi lugar habitual de trabajo. Pensé que no sería capaz de escribir algo emocionante fuera de mi entorno, fíjate qué tontería. Pensé en las luciérnagas, que son puntos de luz en la oscuridad. El resto salió solo (o casi)”.

Antes de despedirnos, nos pone en la pista de una artista que conoce a título personal y que no ha visto reconocido su talento: “Nus Cuevas: es compositora, editora y presentadora de podcast, streamer, ha dirigido orquestas… Una de las personas más polifacéticas que conozco. Es brillante”.

Fotografía de portada de Susana Estévez

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