Las crisis como la que actualmente experimentamos a causa de la Covid19, ha tenido daños colaterales en varios aspectos vitales; entre los que cabe destacar el pensamiento, la manera de actuar y sobre todo en la forma de vestir.
Respecto al primero, por limitación de la actuación. Más tiempo en soledad, lo que no tiene porqué ser negativo. Más tiempo en nuestra propia compañía.
Más tiempo para reflexionar en lo que hemos hecho a este momento presente, si hemos alcanzado alguna de las metas que nos habíamos propuesto. Reestructurar planes, plantearse nuevos objetivos y todo aquello que nos provoca realmente placer.
En la forma de actuar influye el miedo a lo desconocido. La vulneración del status quo y esa sensación de que caminamos sobre arenas movedizas.
La cautela en nuestras relaciones personales y profesionales. Reducción del abanico al círculo más céntrico. Limitar muestras de cariño. Pensar dos veces atravesar el espacio personal, esa línea invisible que por amor se desvanece.
Aplazar los viajes hasta que todo se calme o el cerebro olvide. Porque hacemos memoria fotográfica, sonora y de sabor pero olvidamos rápidamente los momentos de duelo. Mecanismo de defensa.
Y en el vestir.
Tras la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, una de las crisis mundiales que más afectó a la sociedad en su conjunto, provocó que una prenda a priori militar se sacase de las trincheras al ámbito del streetstyle. Esta prenda es la gabardina (también conocida por el anglicismo trench).
Y no es casualidad que cuando se ha cumplido un año del comienzo del brete, esta primavera la prenda en tendencia sea aquella resultado de la Primera Guerra Mundial.
La moda es cíclica. Esto es un hecho. Nada se inventa, sino que se reinventa.
Y la trench ha sido la bandera elegida a enarbolar contra el coronavirus para recuperar la primavera que nos fue arrebatada en 2020.
Los modelos básicos quedan atrás y se impregnan de colores vivos. Vuelve el color block haciéndose uso de la denominada terapia del color para contribuir al ánimo de toda la sociedad.
Todo ello grita felicidad.
Y en el transcurso de la segunda existió lo que se terminó denominando como moda en racionamiento. Debido a la escasez de materiales se impuso la austeridad, usándose ropa que sirviese tanto para el día como para la noche y a lo largo de varias temporadas. Se impusieron diseños prácticos, cómodos y relajados. Y así nació el prêt-a- porter como cambio a la alta costura, el carpe diem textil. Producción en masa y a precios más asequibles. Poco adorno, más pragmatismo. Los tejidos se hicieron más ligeros, más laxas las figuras. Y la mujer pensó en caminar en vez pasarse las veinticuatro horas del día sentada a modo de decoración como un jarrón de porcelana.
En conclusión, se ha repetido la historia.
Durante los meses de confinamiento las personas encuestadas que acudían a su puesto de trabajo como servicio esencial, observaron que usaban la ropa que más tiempo había permanecido en su armario, prendas que luego no les doliese -en caso de tener que hacerlo- desprenderse, ya que nada más volver de la jornada laboral iba a terminar directamente en la lavadora a temperatura de sesenta grados o más. Prevención esta del lavado en agua caliente que no se ha demostrado que sea efectiva en cuanto a la desaparición del virus de los diferentes textiles.
Pasada esa etapa inicial, la siguiente fase podría definirse como un estado de «retornar al estado previo». De esa manera, se hace secundario lo maltratada que iba a estar la prenda en cuestión, priorizando la autoestima y el bienestar del ego.
El estado de ánimo en este período se ha comparado al movimiento de una montaña rusa: bajó en picado para luego volver a subir, casi por inercia.
En un mundo en el que hace patente el síndrome de Diógenes, almacenando montañas de ropa se ha vuelto a hacer hueco la venta de segunda mano, sobre todo entre particulares, que igual que el consumo general, podría verse mermado.
Parece que la crisis económica ha tenido incidencia en una concienciación del ecosistema, preguntándonos si realmente necesitamos tantas prendas en nuestro armario.
Y por ello se ha puesto en auge nuevamente el denominado armario cápsula.
En los looks diarios la mayor diferencia con etapas anteriores son accesorios como las mascarillas, con estampados en tendencia y firmados por las marcas del momento, aunque a priori, se calificó de extraño, vanal y hasta de mal gusto o frívolo.
Recientemente, en la gala de los Grammy hemos podido ver a la mayoría de los nominados con mascarillas a juego o del mismo estampado de sus estilismos. Entre otros, Taylor Swift con su diseño floral de Oscar de la Renta o Billie Eilish de Gucci.
En definitiva, ¿hasta que punto son estos hechos en el terreno de la moda fruto de la casualidad?