Desde la infancia nos inculcan un arquetipo familiar, una especie de propósito en el que siempre hay dos palabras clave, dos factores ineludibles: una pareja e hijos.

A veces da la sensación de que por influencia de aquella idea tan romántica de la media naranja que prometéis cupido (del que ya sólo quedan en la actualidad las líneas desdibujadas de Pablo Picasso en Mosquetero y Amor) y tú, si se decide caminar por la senda de la vida en soledad absoluta, consigo mismo a momentos, y con compañía en otros, suele asimilarse a la existencia de un problema para mantener una relación longeva en el tiempo.

El esquema tradicional llevado al extremo puede generar ansiedad -y ahora me viene a la cabeza la versión de Cupido y Psique de Munch– al hacer depender el bienestar personal de factores externos como otra persona o el pensamiento de la sociedad.

Sin embargo, tampoco es la solución la independencia afectiva absoluta. Es cierto que al final, es imposible no depender aunque sea un en un grado ínfimo, debido a nuestra característica social de la que habla Locke en su pacto social.

Pero si es importante para evitar estos trastornos que se enseñe a cultivar factores internos como sinónimo de felicidad, desapareciendo el miedo a no encontrar pareja o la ansiedad por crearla.

Quizás vivir con la idealización de los conceptos familia, hogar -un buen ejemplo pictórico sería El matrimonio Arnolfini (Jan Van Eyck, 1434) y éxitos tradicionales son los que provocan ese trastorno ansioso.

Es importante saber que lo que empieza, puede acabar. Lo que no significa que haya sido malo.

Tener la capacidad de saber y conocer que provoca la felicidad y tener el pensamiento crítico de que si no nos hace bien es mejor alejarlo.

Pareciera que fuere imposible alcanzar el pleno desarrollo personal de manera independiente, sin necesidad de crear un hogar en unión de otro ser y que de ella se derive descendencia.

Esto, sobre todo para las mujeres, es un tema escabroso.

El domingo es catorce de febrero, San Valentín, un día que para unos constituye el enaltecimiento del sentimiento que hacer mover el mundo y para otros un invento del consumismo.

En EEUU, según los noticieros, los solteros se realizan autoenvíos de ramos de rosas o se encierran en una depresión en esa imagen tan tópica de verse una película lacrimosa mientras ingestan cantidades de helado en vez de aprovechar esos momentos realizando actividades que realmente producen placer.

Eso se llama… ¿Masoquismo?.

Según un estudio realizado por NASCIA (expertos en aplicación de técnicas contra los trastornos de la ansiedad) el factor clave para determinar el gusto por la fiesta varía según si se está soltero o en pareja. La encuesta realizada refleja el grado de estrés que supone celebrar la festividad arrojando los siguientes datos: un 58% le crea ansiedad encontrar el regalo idóneo; al 39% de los encuestados este estrés viene generado por la organización y el 34% asimila el día a recuerdos y nostalgia.

Es un pensamiento generalizado el de que es un día exclusivo para los amores correspondidos. ¿Quién no ha temido no encontrarse una nota de amor en el escritorio en la época escolar precisamente valorando que quién tenía mayor número de cartas y regalos era que había alcanzado el éxito de la jornada?

Llega un momento en que ya no se maldice ese día 14, que se convierte en un día más.

Se nos olvida que el denominado día del amor se puede convertir fácilmente en el del desamor precisamente por las diferencias de pensamiento entre los integrantes de la pareja sobre la fecha. El sentimiento antagónico al romanticismo, el egoísmo, la escasa comunicación pueden derivar en una crisis que quedará señalada como un mal recuerdo.

La idealización -al modo de brillos del pan de oro de El beso de Klimt– de la otra parte de la pareja provoca que al no cumplir los estándares impuestos se provoque insatisfacción y decepción que deterioran e hieren de muerte lo que se ha construido.

Vivir con las virtudes y defectos del otro sin intentar cambiar lo que sabemos que es inherente y que en conjunto nos hizo enamorarnos de esa persona con la que hemos decidido compartir, no sé si toda la vida, pero sí una parte, tomando lo bueno que nos dé.

Celebrar el amor es maravilloso. Pero no sólo existe el amor sexual, el familiar, el de la amistad, el que se siente por las mascotas y sobre todo el que debemos a uno mismo que es el que se debería elevar al máximo exponente cada día del año.

Y así alcanzar la felicidad plena como ser.

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