«Una mujer escribe cuando puede». Así inicia uno de los capítulos de Escritoras de escritoras de Carmen G. De la Cueva y Ana Jaren para Lumen editorial. Una mujer aunque su profesión sea la de escritora tiene más funciones y quehaceres en su cabeza, que ocupan espacio y roban tiempo a la inspiración: la organización de la casa, los hijos.
Los grandes escritores se sientan en sus despachos, se organizan viajes en busca y captura de la inspiración.
Pareciera que la escritura de la mujer es sólo un hobby, como quien lee o hace punto de cruz.
Que mal visto que una mujer coja un avión o un fin de semana como retiro espiritual. ¿No te gusta tu vida? ¿Por qué escapas?
No me escapo, no huyo. Simplemente ejerzo mi derecho a tener una cita a solas con la inspiración, a mirarla a los ojos, a hacer un pacto con ella sin las influencias de los quehaceres terrenales como la lista de la compra, recoger a los niños del colegio o las horas que empleo en trabajar.
Que complicado alternar y hacer bien todas las facetas: la de mujer, la de trabajadora, la de madre, la de hija, la de esposa o compañera, y disfrutar de un arte que ni entiende ni contiene en sí mismo todo el mundo y que es sentarse y crear de la nada un mundo entero.
Cuando me hablaban de la conexión, que la autora compara con un fino hilo transparente y conecta a todas estas mujeres a través de la historia, con pensamientos semejantes que van en una misma dirección, vivencias parejas a pesar de cohabitar en momentos diferentes de la historia.
Me imaginaba al hablar de cartas que efectivamente había existido algún tipo de misiva entre ellas (si existió correspondencia real entre Carmen Laforet y Elena Fortun) pero es la manera de la autora de aunar a todas estas personalidades y sus vivencias en un solo tomo que es auténtico arte. Porque sí que es cierto, las mujeres nos carteábamos, ahora nos llamamos o mensajeamos preguntando que tal ha ido el día. Las mujeres estábamos encerradas, pero comenzamos a salir, a formar grupos y clubs, a pedir y demandar y más tarde a exigir, tiempo de calidad fuera de los que eran nuestros quehaceres por nacimiento.
En la actualidad, por suerte estamos descubriendo y desenterrando grandes autoras a las que despojamos de su pseudónimo masculino al que estaban obligadas para poder publicar o de las que se encuentran textos inéditos que nunca llegaron al público por falta de subvención, un mecenas que creyese en ellas, tiempo o por el simple hecho de ser mujer.
Un ejemplo es la película Mary Shelley (encarnada por Elle Fanning que podéis ver en Movistar+) narra la historia de cómo la autora escribió su famosa Frankenstein. El moderno prometeo, como es menos conocida, pero que también forma parte de su título nació en una reunión en casa de Lord Byron que propuso a sus invitados que escribiesen un relato de fantasmas en el fin de semana que iban a pasar juntos.
Hija de filósofo, había acudido a las tertulias que su padre formaba en casa. En una de estas, conoció al poeta Percy B. Shelley, por entonces casado y padre de dos hijos. Ambos se enamoraron y se escaparon, ante la negativa paterna. La primera vez que publicó (data de 1818) el libro iba sin el nombre de su autora. En posteriores si, ya consolidada como escritora. Se dice que en este caso porque resultaba una historia escandalosa donde Shelley alterna temas como la muerte y la vida, la responsabilidad de la paternidad y las consecuencias de desafiar al orden establecido.
En la película en un primer momento se da a entender que su marido publica el manuscrito bajo su nombre.
En España, existen varios casos de mujeres bajo sobre nombres masculinos. Un caso que se revela en Escritoras es el de Maria Lejárraga que se vio obligada a tomar prestados los apellidos de su marido para la publicación de sus obras.
Son varias las coincidencias comunes a todas las mujeres cuyos obstáculos se narran en el libro lo cierto es que o se tenía apoyo económico como en un principio le pasó a Virginia Woolf con la herencia de una tía hasta que se casó con su marido; enviudabas como Emilia Pardo Bazán o tenías el apoyo completo de un hombre de la casa (padre, hermano o esposo)
El patrón se repite entre todas las protagonistas. Pero todas tenían algo claro: querían forjarse un camino.
Y si bien es cierto que aún existen muchos prejuicios sobre la mujer como profesional, en el sector literario concretamente se aglomeran más factores: la amplia oferta de manuscritos o las elevadas exigencias de las editoriales que buscan como empresa el máximo beneficio a veces en detrimento de la calidad literaria.
Siendo este artículo publicado en el día de las letras gallegas (y siendo objeto de dicho homenaje en el año 2023 la persona de Francisco Fernández Riego, fundador de Xerais) me gustaría mencionar, en este punto, una obra enteramente gallega pero que como el primero, Escritoras, se integra en el ámbito de la novela ilustrada. Se trata de Unha folla vermella (Una hoja roja 🍁) de Luz Beloso ( que ilustró el libro inédito de Xela Arias, puedes ver el artículo aquí) y Miguel Anxo Alonso Diz, en el que a través de ilustraciones, en blanco y negro y color, desarrollan las fases del proceso creativo.
«Para crear las escenas que se desarrollan en blanco y negro y sepia» -nos confiesa Luz- «utilicé papel de témpera con capas de yeso -como si de una pared se tratase- y sobre la uniformidad y con grafito creé las formas». Una técnica pensada y adecuada precisamente a la historia que acoge.
Esta oscuridad y penumbra va aclarándose para dejar paso al color cuando hace acto de presencia Unha folla vermella (Una hoja roja 🍁), que da título a la obra, el símbolo de la creación, que en la vida de Luz Beloso fue precisamente Miguel Anxo.
Antes de conocerle la ilustradora realizaba creaciones por encargo, de manera automática, en constante repetición hasta que por casualidad (serendipia me gusta más para describir estos casos en los que se entremezclan la casualidad y cenizas de destino) y consiguió despertar en ella esa pasión por la idea, esa sensación de levantarse pensando en cómo ilustrar un poema, pensamiento que la acompañaba desde que se levantaba hasta que se acostaba.
También es inspiración “mi muso”, Juan, su pareja, y que en este caso fue el modelo para Miguel, el protagonista de esta historia.
El origen del libro tuvo lugar en el instituto en una conversación sobre la creatividad y qué es lo que mueve a alguien a desarrollarla, ese je ne sais quoi que se adueña de tu cuerpo y mente y hasta que no lo materializas no deja de rondarte la cabeza, pensar en otras cosas, hasta la obsesión.
El protagonista y el argumento está inspirado en la experiencia propia de Miguel Anxo y Luz y lo que significa para ellos CREAR mediante una metáfora visual que es Unha folla vermella (Una hoja roja 🍁) .
Este pequeño tomo fue finalmente autopublicado por sus autores en una edición de 335 ejemplares ya que las editoriales a las cuales presentaron el proyecto, aunque les seducía la idea que integraba no era coherente con su línea editorial. Al tratarse de un álbum ilustrados para público adulto y sacado en plena época de la pandemia -en palabras de la propia Luz Beloso- en ese momento era un nicho de mercado que no estaba contemplado, concretamente en Galicia.
Los autores, en su concepción de que “el álbum ilustrado es una joya” que no debería estar limitado al sector infantil, ante la negativa apostaron por editarlo juntos (este es el tercer libro que comparten) con las condiciones que ellos, en consenso, decidieron; sin escatimar en costes por tapa blanda o dura, con las dimensiones que querían y con la experiencia profesional de ambos: Alonso Diz sobre todo en lo relacionado con la distribución en librería pequeña (podéis adquirirlo en Librería Miranda, en Bueu) y por su parte Luz en cuanto a la maquetación. Una vez enviado a imprenta, la presentación fue llevada a cabo por ambos en los lugares de confianza.
El propósito era crear una obra de calidad y única: un ejemplar exclusivo, de edición limitada y con dedicatoria y firma de sus autores.
¿Se plantearon hacerlo en castellano? La respuesta es sí; pero tenían claro que tenía que ser en gallego y made in Galicia.
Que fue lo que llevó a las editoriales a no apostar por este pequeño gran proyecto ¿Fue la ilustración? ¿Fue la lengua? ¿Fue que una mujer es la autora de las imágenes?
¿Ahora podríamos decir que es sólo porque se es mujer?
Incluso en el propio libro Escritoras se alude a que siempre precursoras del feminismo unas tuvieron más éxito (o quizás ¿suerte?) que otras. Mientras Elena Fortún que perdió a un hijo en edad temprana, que se sentía ahogada en compañía de su marido Gregorio, creó Celia cuya obra la mantuvo toda la vida inclusive en su exilio en Buenos Aires. Por contra, María Lejárraga que había viajado a Bruselas y había conocido en edad temprana ese cuarto propio tuvo que vender sus posesiones y no tuvo estabilidad ni a lo largo de su vida ni a la llegada de la vejez.
Carmen Laforet fue galardonada por su libro Nada y se silenció durante años a consecuencia de la rutina, del síndrome de la impostora, los celos de su esposo, hasta el punto de que cuando pidió el divorcio su marido le hizo firmar un contrato privado para que en sus próximas textos no incluyese en la trama aspectos de la vida conyugal que habían compartido.
En el caso de Luz, su pareja es para ella inspiración y apoyo en cada uno de sus proyectos.
¿Cuántas grandes historias habrán quedado sin publicar por no creer en el proyecto? ¿Cuántos artistas quedarán relegados al anonimato?
El concepto matar al ángel del hogar que acuñó Virginia Woolf se hace cada vez más complejo ahora en todos los sectores: cada vez son más las tareas y cargas psicólogas a sobrellevar lo que hace aún más difícil la llegada de la inspiración.
Pero, la inspiración no es un porcentaje matemático, no es un pedazo de tarta ese que se ponía de ejemplo para hacernos entender las divisiones: es eterna, es omnisciente y omnipresente y ha tocado con su dedo a genios como Lorca, Woolf, a todas las mujeres de Escritoras, a las propias autoras de este último; y puede, no, seguro que a ti.
Y lo cierto es que en la actualidad estamos aún más lejos de esa habitación propia de la que hablaba Virginia y a la que aludimos en el 8 de marzo entre otras circunstancias por el efecto inflación. Imposible conseguir un espacio físico propio, mucho menos mental, que nos aisle de lo mundano. Los sueldos ínfimos recortan la creatividad que se ve sustituida por pensamientos de superviviencia o rutina. Y es la pescadilla que se muerde la cola pues la sociedad para desconectar de su cotidianidad necesita disfrutar del placer del arte.
Lo cierto, es que a pesar de los procesos de ansiedad, es de vital importancia buscar un resquicio para hacer algo que te apasione, en el caso que nos ocupa dedicación al arte, en cualquiera de sus facetas, en cualquiera de sus expresiones. Porque generas dopamina, bajas cortisol, te aislas en un mundo en el que tú eres dueño, en el que tú pones las normas. Y soñar, gracias a dios, es gratis. Y nos mantiene cuerdos en esta locura de vida.