Medio madrileña por parte de madre nací en Galicia pero me crié entre verbos compuestos y palabras en castellano. Aún así, los idiomas se me daban bien y el gallego no era una excepción. Mi profesora solía decirme cuándo me ponía la nota final, siempre un sobresaliente, que le encantaría bajarme la nota por no hablar en gallego. En la parte personal, estaba el padre de una amiga en cuya casa se hablaba gallego o no se hablaba.

Y es que siempre que empezaba terminaba volviendo a la lengua mater a pesar de que adoro esta lengua cantarina con palabras tan bellas como morriña, vagalume; incontables términos para la lluvia y expresiones tan divertidas como “andar as escarranchapernas”.

Es curioso como en gallego suenan más bonitas las palabras negativas que en castellano como noxento (asqueroso) o avelaiñas (que son mariposas parecidas a las polillas).

Según la tradición gallega, las “avelaíñas” pueden ser una manifestación de augurios, positivos o negativos dependiendo del color. Si la avelaíña es blanca se trata de un presagio positivo: se avecinan buenas noticias. 

A mis manos ha llegado Avelaíñas electricas, la primera novela de Sica Romero, de Nespera editorial independiente.

La portada, minimalista pero con fuerza encierra un texto gallego 100% con características fonéticas propias de los dialectos que existen en la Comunidad Autónoma, que nunca había visto plasmadas y reflejadas en un libro más que a través de alguna cita de algún personaje. 

El gallego normativo (también empleado en el texto), como en el castellano, elimina lo vulgar, pero que a su vez es lo hermoso y enriquecedor de un idioma: distintas traducciones de palabras, las terminaciones del plural, la gheada, el seseo. Elementos que una vez pronunciados, nos dan la identidad de aquel que las emite.

Al más puro estilo de A Esmorga, de Eduardo Blanco Amor, Sica recoge ya en el primer capítulo estas riquezas propias del dialecto característico de la zona de Louro, en las Rías Baixas.

Avelaiñas eléctricas tiene dos narradoras la primera en primera persona Olivia y la segunda en una segunda del singular Mariña, ambas partes de un todo roto. 

A través de un intento de recomposición -cada una por su lado- ambas protagonistas detallan su historia: cómo se conocieron, las circunstancias externas que afectaron a su neófita relación, y cómo a pesar de haber roto se echan de menos y piensan en la otra mientras recorren su nuevo camino ambas lejos de su hogar. 

Se entrecruza este desamor centro del argumento con la problemática de los jóvenes en buscar su destino, muchas veces lejos del hogar y fuera de nuestras fronteras.  Sica también trata otros temas como la homofobia, las drogas, el suicidio, los abusos sexuales, las familias desestructuras y destruidas como consecuencia de sus efectos.

La novela en sí es un paseo por dos vidas que se juntan, se separan y transcurren como líneas paralelas. 

Sica Romero juega con el tiempo, creando paralelismos entre los personajes, patrones del pasado que traspasan la línea del tiempo, repitiéndose en el presente.

Sica Romero. Fotografía de Andrea Morandeira
  • Sica, ¿Por qué este juego de pasado-presente?

La novela empieza en un momento avanzado de la historia: Mariña y Olivia han roto su relación y dejan atrás sus antiguas vidas para empezar de cero (Mariña en un lugar que no se especifica y Olivia en Barcelona). Gracias a los recuerdos en forma de flashbacks, que por veces ocupan capítulos enteros, entendemos sus sentimientos, emociones y el porqué de muchos comportamientos y formas de pensar interiorizadas.

  • ¿Hay algo de tu experiencia en lo narrado o es todo parte de la imaginación?

Escribo sobre lo que me rodea, me afecta y necesito comprender. Olivia y Mariña son mis amigas, compañeras, las mujeres de mi familia, y ahora también las lectoras y lectores que se identifican con ellas. Sus historias son tan reales como la vida. No hay mentira ni invención, pero eso no significa que sea una novela autobiográfica… Sí hay todo un mundo imaginario.

  • ¿Porqué Avelaíñas eléctricas? ¿Y de colores?

Xa de cativa caín na conta de que era distinta. Nalgún momento ese distinta colleu o matiz de peor. Quizais, o peor dos meus medos era a sensación que debía saírme do corazón, porque se estendía por todo o corpo como se unhas pequenas avelaíñas de cores apagadas ás veces, de colorinches outras, me percorresen as veas e arterias, ata que esa sensación estraña conquistaba cada espazo dos meus adentros.

Según la tradición gallega, las polillas son una manifestación de augurios: las blancas son presagio de buenas noticias, mientras que las negras son almas en pena reclamando ayuda… Vamos, que nada bueno.

Con esta metáfora, Mariña explica la manera en que se siente desde pequeña. Los colores —azul cobalto, amarillo, rojo sangre— son símbolos que no aparecen únicamente a través de las polillas, sino que dan significado a los objetos. Los colores conectan a las protagonistas y también llegan a ser nexo de unión con antepasados.

Cartafol amarelo perfomances imposibles, azul cobalto relatos de infancia, vermello cor sangue para os debuxos que eran a súa vida enteira.

  • Por desgracia, los temas que usas en la trama son todos de actualidad y una constante en jóvenes y adultos. En una de las entrevistas haces hincapié en la parte psicológica y en que no poseemos herramientas para resolver los conflictos que se nos plantean a lo largo de la vida.

Hace muchos años que sabemos lo importante que es llevar la educación emocional a las aulas, pero es una tarea tan pendiente como la de hacer accesible la terapia a todas las personas que la necesitan. Cada vez se habla más de salud mental, de la importancia de aprender a ser resilientes, y de entender nuestras propias emociones para poder enfrentarnos a muchas circunstancias que inevitablemente van a ponernos a prueba. Pero los cambios empiezan en las personas y no es hasta tiempo después cuando se toman medidas desde arriba. A través de la literatura y el arte podemos seguir reivindicando (como siempre se ha hecho) y poniendo en tela de juicio muchos fallos estructurales.

  • ¿Cuándo empezaste a escribir la novela?

Guardo un relato que escribí en septiembre del 2019 en el que Marcela (que por entonces llevaba el nombre de Manuela) era protagonista. Es curioso porque ella está muy presente en Avelaíñas eléctricas, de manera diferente, pero compartiendo la misma historia. El proceso de escritura fue largo y pausado, con épocas de parón y muchos cambios. El primer borrador es de 2020 y la novela se publicó en 2022… un par de años.

  • ¿Cómo descubriste Néspera editorial?

Iba a firmar un contrato con otra editorial… Un contrato con cláusulas que no comprendía del todo bien, por lo que busqué a alguien que me orientase y esa fue Vanessa (editora de Nêspera). Sabía que entendía del tema mejor que nadie, y accedió encantada a darme su opinión. Me pidió el manuscrito para entender “la situación”, y tras leer la historia me propuso seguir trabajándola para salir juntas como editora y escritora. Ha sido una aventura.

  • El final es abierto y da pie a soñar. ¿Habrá una segunda parte?

¡Me encantaría! Seguramente vuelva a esta historia para darle una continuación pero, por ahora, he cogido distancia para escribir cosas un poco distintas.

Idiomas impuestos. Las imposiciones aunque sean por buenas razones tienen el efecto contrario al que se pretende obtener. He leído y querido escribir más en gallego en la actualidad que en la época en que tenía horas limitadas para exponerlo y expresarlo en las clases dedicadas exclusivamente a ello. 

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