Es curioso y a la vez inquietante lo fugazmente que pasa el tiempo. Los gustos, las prioridades, los pensamientos van cambiando y evolucionando al mismo tiempo que también avanzan los años.

¿No te ha pasado el mirar hacia el pasado con cierta añoranza? Quizás la etapa que más nostalgia nos trae sea la de cuando éramos niños/as o adolescentes. Esos años de tu vida en los que carecías de preocupaciones o inquietudes, se podría decir que éramos en gran parte “libres”, libres de decir, pensar, hacer…hasta que una persona adulta te enseñaba que eso “no debía hacerse así” o no era “lo correcto”.

Nuestra libertad radicaba en gran medida a esa parte de inocencia, a ese “lienzo en blanco” que era nuestra cabeza, al igual que el folio, libreta, trozo de papel o incluso pared que necesitábamos para expresarnos o para dejar volar nuestra imaginación.

¿En qué momento llegamos a la madurez y olvidamos nuestra primera y más primitiva forma de comunicarnos? El dibujo, la pintura

Nuestras posibilidades expresivas llegan a un punto álgido en nuestra niñez entorno a la edad de diez años pero es justo en ese momento cuando comenzamos a abandonar la práctica artística; quizás por el volumen de exámenes y trabajos que aumenta considerablemente en esa etapa, y también quizás porque existe la percepción de que la vía artística no prepara para el futuro laboral, que no es viable y que “no da de comer”.

En esos años vamos perdiendo la práctica porque pasa mucho tiempo desde que cogimos lápiz y goma por última vez y dimos rienda suelta a nuestra creatividad, por lo tanto, pensamos que ya no sabemos hacerlo y perdemos las ganas de volver a intentarlo.

Se unen varios factores que influyen a la hora de que perdamos esas ganas, por un lado el tamaño del ideal de perfección que tengamos cada uno/a que nos impide tomar la iniciativa o dar el primer paso aunque este no sea totalmente “satisfactorio”, y por otro lado, el condicionamiento al que nos hemos podido ver expuestos en nuestra niñez, sin autonomía y dirigidos/as a dibujar “una casa con su tejado”, “un árbol lleno de hojas y un cielo con nubes” o “las niñas se dibujan con el pelo largo y los niños con pelo corto” y un largo etc. 

Nos han dicho lo que es correcto y lo que no basándose en que el dibujo y el arte en general tenga que ser lo más realista posible. Es hora de enfrentarse al papel en blanco, dejarse llevar, romper clichés, seamos personas espontáneas y desarrollemos nuestra creatividad.

El debate comienza, ¿crees que la vía artística está infravalorada con respecto a otras?

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