El último mensaje del móvil del trabajo lo dejaba bien claro y ahora las palabras clave revoloteaban en mi cabeza, acostada sobre la cama, con la mirada fija en el techo.


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 Feminismo


Y sólo un color: blanco, blanco y blanco. Me levanté y cogí el portátil. Escribo. Borro. Escribo. Borro.

La pantalla me mira muda. Se acabó. La mejor consejera es la almohada. Y me duermo agotada.
Me despierta una brisa fría en los hombros. Quizás con el sueño me he destapado, mientras mi cerebro sigue maquinando el contenido del artículo. A tientas busco la manta. Sigo teniendo frío. Así que con un ojo abierto y otro cerrado trato de buscar calor.

Y entonces la veo en la oscuridad de la habitación con un halo de luz a su alrededor. La voz se me ha congelado, pero no de miedo. Sus ojos me dicen que vienen a ayudarme: mis fantasmas de feminismos pasados.

Olympe de Gouges, con las prendas características de la época de la Revolución Francesa, su corsé asfixiante.

Su verdadero nombre es Marie Gouze y fue la autora de la Declaración de derechos de la mujer y la ciudadana porque su homónima era,0 como su nombre indicaba, sólo y exclusivamente para hombres estableciendo que la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos.

Históricamente, y desde el nacimiento de la normativa -que se data en la época romana y su derecho- la mujer no tenía consideración como ser independiente, sino que necesitaba del hombre para cualquier acto, primero del padre y más tarde de un marido. En caso de viudedad, no heredaba sino que los bienes de su marido pasaban directamente a los descendientes varones y su capacidad jurídica dependía de sus hijos.

Hay un caso recogido por una doctora en derecho argentina, la profesora de derecho romano de la Universidad de Buenos Aires Natalia Stringini, escribió sobre la reforma agraria de los hermanos Graco e hizo incapié en la figura materna, Cornelia, cuya educación fue totalmente diferencia de las mujeres de la época.

No es una concepción moderna, es que el concepto masculino en este caso no las incluía. El perfecto ejemplo el sufragio universal que en España no llegó hasta el año 1931. Y hasta hace bien poco, la mujer necesitaba asistencia del esposo para adquirir un bien porque se la entendía como careciente de capacidad legal para de manera autónoma ejercer este tipo de acciones.

Por su parte, Mary Shelley, con su romanticismo característico, conocida por ser la autora de Frankenstein pero el feminismo le corría por las venas por parte materna. Su madre, Mary Wollstonecraft, destacó por escribir  textos como Pensamientos acerca de la educación de las niñas y la Vindicación de los derechos de la mujer. No fueron libros tan leídos como el afamado libro de su heredera.

Su madre, viuda muy tempranamente, trató de conseguir sostén económico ella sola en una época en la que la mujer que alcanzaba aquel estado debía encontrar de manera rápida otro marido.

Ambas fueron marginadas y vilipendiadas por una sociedad a cuyo pensamiento se adelantaron.


La última figura apenas es visible por su atuendo sobrio y oscuro, Santa Teresa de Jesús, religiosa en la época de la Inquisición igual que Concepción Arenal, solicitaba la educación para la mujer. Finalmente fue nombrada col primera doctora de la Iglesia. Y fue la creadora de escuelas para mujeres, permaneciendo su legado hasta la actualidad.
En su obra Camino de Perfección -ahora considerado un manifiesto feminista- en la que critica a los inquisidores por la prohibición de los libros y pide a sus hermanas que desatiendan las opiniones de los sacerdotes.

Detrás tres pequeños seres que representan el futuro, por fin aunando esfuerzos. 

Al desaparecer sólo me piden un deseo: que las reviva en la memoria de la gente, que muestre su obra a las nuevas generaciones que la desconocen.

Una utopía sobre la que al despertar me pongo a escribir con celeridad -las palabras aparecen en mi mente más rápido que el movimiento de la mano- a papel y bolígrafo.

Al terminar me doy cuenta de que la tinta es de color morado.

Patricia P. Picatoste

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